Jesús Munárriz

Jueves, 19 de octubre de 2006
Fue un poeta alemán, Goethe, el que dijo que había terminado siendo lo que hicieron con él sus propios poemas. Jesús Munárriz, un especialista en la lengua de Goethe, es lo que han hecho con él sus traducciones. Y no sólo las de los germanófonos Rilke, Celan o Hölderlin. Este vasco de San Sebastián (1940), recriado en Madrid, se ha pasado la vida visitando a los grandes poetas del mundo en su propio idioma para trasvasarlos al nuestro. Y no contento con ello, les ha puesto editorial, a la que por cierto llamó con el nombre del libro de Hölderlin que lo había deslumbrado: Hiperión.
Toda una generación de poetas hemos crecido alimentándonos de las traducciones de Hiperión, que puede decirse que nos han puesto en contacto con la poesía universal sin necesidad de que saliéramos de casa. “La poesía traspasa los idiomas”, comenta entusiasmado: “todos hemos leído a Li Po, un poeta chino que traducido sigue siendo un gran poeta. Y por fortuna, ya se van traduciendo del original. Antes se traducía de la traducción a otro idioma, como ocurrió con Dostoievski, que pasaba del ruso al alemán, del alemán al francés y del francés al castellano y todavía seguía siendo bueno.” El Ministerio de Cultura ha terminado agradeciéndole a Munárriz los servicios prestados otorgándole el Premio Nacional a la mejor labor editorial cultural en 2004.
El otro jueves, este coleccionista de traducciones paseaba su cosmopolitismo por Albacete, ciudad manchega que siempre nos pareció poco cosmopolita, pero en la que él se encontraba como en casa buscándose en las huellas de los brigadistas internacionales que tuvieron en ella su campamento base. Y es que Jesús Munárriz, que además de editor ha sido actor, y escribe canciones y poemas para todas las edades, siente una atracción confesa por la historia y posee una vena social militante que asoma en muchas de sus composiciones. Asoma por ejemplo en “Maldiciones arameas”, uno de las piezas que nos leyó de su libro inédito Rojo fuego nocturno. También leyó poemas de otra de sus venas, la amorosa, y terminó con la mordaz epístola poética dedicada a la infanta, “A una niña chica”, que ya tiene leída en radio y publicada en revista.
Jesús Munárriz, al que sus últimas traducciones le han imprimido una expresión oriental, terminó hablando de su oficio, como no podía ser de otro modo. Vestido de americana y camisa verde pistacho aseguró que “La poesía no es rentable. Si uno acaba haciéndose editor es para publicar la poesía que le gusta”. ¿Por qué no es rentable? “El quid está en que no mueve dinero. Se mueve alrededor de la pintura, de la música, del cine… Pero la poesía no entra en el ciclo de la sociedad capitalista. Ningún banquero encuentra cómo ganar dinero con ella. Porque no hace falta casi nada. Con un lápiz y un papel se puede escribir un gran poema. Y encima usamos la palabra, que es gratis.”
Aún así, a veces surge la sorpresa: “En toda mi historia como editor, el único libro de un poeta español vivo que ha llegado a best seller ha sido Cuaderno de Nueva York, de Pepe Hierro. Él mismo no entendía por qué: si los tengo mejores, decía. Creo que en poesía española no ha habido un éxito mayor de un poeta vivo desde el Romancero gitano, de Lorca, que fue un éxito desde su aparición. Lo normal de un libro de versos es que se vendan mil ejemplares como mucho. Eso, si no los ponen de lectura obligatoria en algún curso, que son los que más se venden.”
Y sin embargo, qué afán de publicar libros y libros. “De los diez mil que salen, sólo alguna vez uno trasciende. Por lo general empieza poco a poco y se va extendiendo su fama de un lector a otro. Al final llegan más lejos los poetas grandes que los novelistas, porque los novelistas tienen un gran lanzamiento inicial, pero los poetas siguen creciendo con el tiempo. Mira Machado o los poetas chinos. Eso sí, como decía Paco Pino, los poetas somos como los santos, que sólo con el tiempo se sabrá si lo somos”.
Asegura Munárriz que lo peor de su oficio es tener que decir que no tantas veces a tantas propuestas de publicación. “Pero no me quejo porque vivir todo el tiempo en el mundo de la poesía es muy bonito. Es un trabajo que tiene mucho de creativo, y no sólo en lo que se refiere a los textos, también en las otras facetas que rodean al libro, como las relaciones con los poetas o el diseño.” Y antes de partir deja sonando unos cuantos inéditos, algunos relativos a la estación en la que transcurre el ciclo, como este haiku leído directamente de su libreta de anotaciones: “Tarde de otoño / Disparan a lo lejos / El sol se apaga.”

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